18/4/20

Confinamiento_Epílogo


    Todo, esto y aquello, tendrá que terminar algún día; o simplemente, evolucionará hacia algo distinto que está por empezar. ¿Cuál es el secreto del tiempo, y de la adaptación?

2/4/20

CONFINAMIENTO_día 8

Es por la sólida confianza que transmite el castillo que se autoalimenta la inseguridad en rededor suyo
Tendremos cuidado ahí fuera



   

1/4/20

CONFINAMIENTO_día 7

  

     En una lectura, no me acuerdo de por que motivo, se hablaba de una pared que temblaba. A continuación, el escrito, refería al hecho de colgar un cuadro en la pared. Me pareció curioso que nadie hubiese unido las dos ideas. Tengo que pensar en un relato en el que una pared tiemble ante la inminente amenaza de clavarle una alcayata para colgar un cuadro.

    Me avisan de que mañana termino esta especie de mini-cuarentena. En el mismo momento en el que el carácter empezaba a dominar la rutina desaparece la obligación, por lo que la grácil rutina transmuta y se complica el carácter.

    Retomo a escribir los días con un sólo dígito.

31/3/20

CONFINAMIENTO_Día 06

    Tiempos extraños. Confinados en nuestras casas (a nivel planetario) a causa un coronavirus y la cota de nieve se desploma a 200 metros sobre el nivel del mar un treinta de marzo. Este invierno sólo pise la poca nieve que quedaba en las montañas el cuatro de marzo y ahora que la tengo en la puerta de mi casa no puedo salir a tocarla. Días extraños.



    Me estoy dando cuenta que, poco a poco, estoy volviendo al blanco y negro

30/3/20

CONFINAMIENTO_día 05

     Los mortales esperamos con cierta curiosidad la llegada del buen tiempo a ver si es verdad que la radiación ultravioleta tiene influencia y es capaz de meter en cintura al SARS-Cov-2.

    Leo un artículo de D. Arturo Pérez-Reverte y se me queda una frase: "Vivian sabiendo que iban a morir y que ese camino tenía innumerables atajos". Entonces la primavera se va y veo desde la ventana como los montes lejanos se empiezan a cubrir de nieve.

    Las estaciones se suceden a la velocidad de días.

Repito la misma foto de hace dos días. Definitivamente la naturaleza es sorprendente; y no le importamos


29/3/20

CONFINAMIENTO_día 04

   



      Vuelvo a ver la película de "Seven", de David Fincher. El algumento sigue siendo el mismo... pero que maravilla de fotografía y escenografía. Cómo fui capaz de olvidarlo... La capacidad de asombro que es capaz de dar la edad es fabulosa.

28/3/20

CONFINAMIENTO_día 03


    Hay que trabajar la fuerza de carácter para poder serle fiel a la rutina prefijada de antemano. Si se hace lo programado el día cunde y sube el ánimo. Pero después de notar un poco de satisfacción por el deber cumplido, el ánimo se desvanece por lo dejado de hacer, entre tanto tiempo perdido por las esquinas del piso.
    Para el momento del día hay que esperar al anochecer, cuando aparece la dibujada con frío hilo de plata luna, que apenas insinúa el perímetro. Luna recién nacida, mientras Venus la observa, quizás sembrando la discordia entre los hermanos (la Luna y el Sol en la mitología griega). Si me hubiese asomado antes por la ventana podría haber visto la alineación de estos dos astros con el sol. Una estrella, un planeta y una luna.


    Quizás esto dure más de lo previsto. Decido cambiar los números de los días en los títulos de la entrada poniendo delante un cero para trabajar con dos dígitos.

27/3/20

CONFINAMIENTO_día 2

    Sol y nubes. El hastío vence a la rutina programada. Miro por la ventana en una soleada mañana de primavera que no se puede pisar. Desde la ventana veo como las nubes proyectan una sobra alrededor de Sta. María del Naranco mientras que el sol la ilumina con una luz de atardecer. Le sobra tiempo a la desidia y al procastineo, por lo que preparo una cámara de fotos y espero a ver cuando se repite la escena.

    Veinticinco minutos y cuarenta y dos fotos después creo que ya tengo la foto que más o menos tenía pensado que podría obtener.

    El resto del día surca con indolente desidia

26/3/20

CONFINAMIENTO_día 1

    Es mi primer día, aunque el resto de la región me lleva una ventaja de once días. Pienso en una rutina, pero se pasa el día entre el descanso y el desconcierto. Por la ventana se ve poco movimiento. Pon los medios de información crecen los expertos a toro pasado.

    Se pone de moda recomendar libros, entre ellos: La Peste, Camus. La leí en una primera ocasión como una novela en tiempos del cólera. En una segunda ocasión hice la relectura con una clave de crítica sobre cólera=mal=nazismo que me resulto fantásticamente revelador y ahí lo dejé.
    Pero a día de hoy diré que lo que se avecina puede ser más como la Odisea, Homero. La inteligencia imponiendose sobre los designios caprichosos de los dioses; que pueden representar desde el miedo a lo que nos es desconocido hasta el desconocimiento de las causas que nos dirigen. Es un viaje de descubrimiento, del que partimos pesarosos, y de como el conocimiento nos transforma hasta devolvernos distintos.
    O también pueda ser como En el corazón de las tinieblas, Joseph Consrad; donde el capitán Marlowe remonta el río en un descenso iniciático a los horrores, donde se revela lo peor de cada uno.

    Quizás este viaje de autoconocimiento nos obligue a cambiar nuestra forma de pensar y de actuar. Quizás veamos que los problemas globales necesitan de acciones locales. Quizás, para los que quieran verlo, se ensalce la dignidad que veía Camus en el ser humano, ante el rechazo a la exhibición de nuestras miserias relatadas por Conrad.

14/2/19

Solo África



     Solamente tenía que pegar la frente a la ventanilla para ver África. Y así la tenía yo, con la nariz aplastada contra el plástico de la sucia ventana del avión, pero con la consciencia plena de que por primera vez se me estaba mostrando el África continental en todo su esplendor.
   Primero desaparecieron las nubes cuando el mar todavía era el protagonista indiscutido del paisaje. Después, la luz cenital que mataba y aplastaba cualquier intento de elevación de una monótona llanura sin sombra que delatase las formas del continente, dejaba el paisaje como una llanura amarillenta de luz cegadora, empezó a ceder. La intuición de un viento que empujaba al océano -tan desierto de vida como la tierra interior-  a batirse contra un frayón rocoso de costa, que se perdía en el horizonte, y a la que a duras penas, en cada envite, arrancaría una pequeña migaja de tierra; fuerzas primigenias que forman y cambian continuamente el paisaje, y la luz prístina del sol. Era la viva imagen de la formación del planeta. 
    Me sorprendía el echo de no distinguir ninguna actividad humana. Solo pequeños pueblos costeros, quizás simples asentamientos en el tiempo, seguramente abandonados, sin ninguna carretera que uniera puntos en la superficie y rompiera la rugosa monotonía de la superficie y sirviera como referencia para poder notar que avanzábamos por la vastedad de semejante visión. 
    Justo cuando la vista cansada del continuo reverberar del brillo, sumado a ese cansancio especial que se siente al viajar acompañando al sol, que se mueve lento pero que parece quieto y fijo en el cielo y que me transmite una sensación de un cansancio fuera del tiempo, que se dilata hasta lo indecible. Sólo entonces empezó a perder fuerza al empezar a esconderse tras unas nubes que aparecieron en el circular horizonte y transmutó todo el paisaje; el color amarillo tierra anaranjad dejó paso a un rojizo que rompió la planicie luminosa y llenó la fotografía de cientos de matices orográficos.
    Lo primero que me vino a la cabeza fue buscar algún avión accidentado, con alguna extensión de lona que hiciese las veces de parasol y mitigase el calor del medio día al superviviente. Sí al superviviente, pues sólo podía ser uno: el piloto. Y si lograba verlo seguro que allí estaría él, seguramente hablándole a un niño pequeño y rubio de cabellos rizados, o quizás sólo hablándole a un vacío imaginario, pues el veneno de alguna serpiente le estaría haciendo estragos en la consciencia.
    Pero allí no vi a nadie. Ni siquiera granjas al pié de las colinas Ngong Hill. Nada.
    
    Solo naturaleza viva en terraformación. Tierra. Agua. Sol. Viento. Calor y frío. Dureza y suavidad. Cansancio y esperanza. 
    Sólo una cosa: la belleza.
    Sólo un recuerdo.

    


7/8/18

Desde el AIRE


    Era ya tarde, pero iba ligero y rápido, lo más rápido que me era posible; a la carrera, siempre que era capaz. Sólo. Me crucé y adelanté a tres grupos de montañeros en toda la aproximación y uno sólo en todo el tramo de ascensión final por el largo empinado cordal que, mientras coge altura, va subiendo y bajando entre valles y collados. Al último grupo, que lo formaban cuatro personas, a las que tras avistarlas en el segundo de los tres collados, por los que había que pasar, pude observarlos avanzando pausadamente, debido en parte al esfuerzo que les suponía ir abriendo huella por los neveros que aún quedaban de la que había sido una primavera excesivamente fría, y, en la otra parte, por que se les veía en continua y animada conversación, por lo que me fue fácil alcanzarlos y superarlos aprovechando un atajo fuera de la ruta que flanqueaba una gran dolina. Sin llegar a distinguirles las caras vi que eran dos parejas. La nieve se me colaba fría por los "playeros" de montaña que yo llevaba, pero en cuanto salía a las rocas, al calor del sol, enseguida se me calentaban los pies a la espera del frío del siguiente nevero. Tras el tercer collado, una amplia bajada por una ladera de tierra mullida, hacia una majada, antes de la última y más fuerte y prolongada subida me permitió comer un poco mientras corría aprovechando el descenso para aumentar el ritmo. Era la obsesión: mantener un ritmo fuerte. Repuestas algunas fuerzas comencé a subir, a trazar diagonales donde la subida era muy pendiente, y a buscar líneas directas donde el camino parecía ceder en su ímpetu, todo para forzarme a mantenerme exhausto durante la subida, para saber que lo estaba dando todo, que no me reservaba nada, que no le tenía miedo al esfuerzo, y a probarme si sería capaz de superar los momentos de flaqueza sin llegar a parar, sólo con el juego mental del autoengaño y la determinación. Hasta que llegué al collado cimero. Eché entonces la vista hacia atrás, pero no hacia abajo, sino hacia la ladera que llevaba a mi espalda, por la que hacía unos minutos que había bajado corriendo y comiendo, para coger la referencia de la distancia que llevaba con el grupo de dos parejas que había adelantado y al que imaginaba ya a media bajada, sin llegar a ver a nadie, e imaginé que habían renunciado a la cima y se habían dado la vuelta. De ahí a la cima fue la última lucha por no parar en el intento de subir lo más rápido posible, notando como las piernas se endurecían por el esfuerzo acumulado y se resistían a avanzar con la ligereza que yo pretendía, obligándome a concentrarme en activar y desactivar cada músculo para poder subir las últimas rampas, con la agradable sorpresa al encontrarme con la cima más pronto de lo que estaba calculando. Bebí un poco de agua mientras observaba como me rodeaba un horizonte de cimas, más altas, seguro que algunas con mejores vistas, pero que no serían para este día, pues el objetivo era disfrutar del esfuerzo concentrado en una única subida. Comencé a bajar con precaución. No veía a nadie. Todo el cordal para mí sólo, creía. La bajada cada vez más empinada, más rápida, toda la atención focalizada en donde poner bien los pies y en echar el peso sutilmente hacia atrás, por si tenía una caída. A medio camino de la ladera cimera, vi dos bultos que se movían un poco por encima de la majada que antecede al último tramo de subida, pero fuera del camino normal. Si eran los del último grupo que adelanté faltan dos, pero estaban asomándose por la arista, por lo que sus compañeros tendrían que estar ocultos por detrás de esta. Me salí de la línea directa que con la imaginación había trazado para una bajada directa por rápida, por observar si tenían algún tipo de problemas. La avanzadilla era de dos mujeres metidas en tierra de nadie, como buscando descubrir un camino más ligero del que obligaba la montaña, y pronto aparecieron tras ellas los dos chicos que me faltaba, descansando sentados sobre unas piedras, por debajo de ellas, pero metidos en uno de los caminos, que serpenteantes suben a la cima. Rectifico la bajada para volver a descender lo más directo posible.
 
    Entonces, en un momento dado, veo que encontramos alineados, a mi derecha, primero ellas, como a doscientos metros, se los están pensando y enseguida deciden dar la vuelta, cincuenta metros más allá ellos siguen descansando. A mi espalda, el sol empieza a declinar. Es entonces cuando lo veo todo directamente desde un punto cenital que se va moviendo conmigo, adelantándose hacia donde yo miro. Las vuelvo a ver a ellas, ellos desaparecen tras la arista, yo corriendo directo hacia la majada, el sol bajo, la majada que se acerca, y el sin fin de pequeñas variantes que van surgiendo en el descenso. En un momento dado, remontando el collado, y durante un breve espacio de tiempo volvemos a estar los tres grupos viéndonos. Soy a la vez la visión cenital de todo el conjunto y el que solo observa al grupo de cuatro y el que me avisa de los escalones de piedra que van surgiendo en el descenso. Estoy arriba, estoy abajo, estoy de frente, y también estoy en la cima viendo el descenso por el cual ahora retomo la subida y me veo en lo alto del collado desde el punto en el cual pararé para ver por última vez el camino por el cual bajé y aprovecharé para ver por donde se encuentran las dos parejas, que se pararán a descansar mientras exponen sus dudas sobre si con el ritmo que llevan les dará tiempo para poder hacer la cima. Tengo la atención puesta en todos los lados, pero en ninguno en concreto, solo me doy cuenta de esto cuando pierdo este "fluir" al notar como el corazón desbocado por el esfuerzo me pide atención desconcentrarme ante la imperiosa necesidad de respirar con profundidad. Ellos seguirán pensándoselo durante un tiempo, pues solo el regreso desde ese punto conlleva un ascenso muy fuerte hacia el último collado del que descendieron, donde ahora me encuentro yo jadeando con la sonoridad de una vieja locomotora de vapor. El Sol bajo hace que una luz primaveral inunde todo de un tomo anaranjado que invita a la contemplación serena de la belleza de las montañas. Sé, porque ya lo vi mientras bajaba, que se quedarán disfrutando del silencio,  y aprovecharán que yo ya no estoy para sentirse un poco más en armonía con la montaña, con su silencio. Que renunciarán a la cima y que regresarán al coche con el anochecer, y las dos chicas sacarán ambas sendos frontales para no tropezarse con las piedras escondidas que al principio de la noche junto con el relajo al llegar al final de la excursión pueden truncarles los planes inmediatos

24/4/18

MAÑANEAR



    Un lunes, después de leer un comentario de un sujeto que queriendo aparentar madurez -aunque no dice cuanto-, pero que debe de ser lo suficiente para renegar de los jóvenes que regresan al hogar de madrugada, cuando él ya sale para el trabajo; comenta, y al instante hago mía dicha frase, pues me siento identificado al ciento por ciento, algo así como: Me doy cuenta de que soy mayor cuando me da menos pereza madrugar que volver a pasar una resaca. Pues va la vida y me regala esta foto cuando el lunes por la mañana voy camino de mi trabajo.

6/4/18

Hace un Año

    Hace un año del último relato. Hace tan poco tempo ya de eso. Muchos más años navegando a la deriva por los encrestados mares alejados de la costa para volver al mismo punto. Al mismo punto, y mismas circunstancias, con las mismas referencias que empieza el anterior relato -cronológicamente hablando-, en la misma estación de tren, hacia el mismo destino. Por fin tiempo para descansar, apartar el cansancio de la larga travesía, y lograr el vacío mental necesario para seguirle el paso, o correr tras de él, al un nuevo relato. Siempre atento a ver que sucedía para poder contarlo lo más fidedignamente posible. El miedo, la desazón, la angustia, para no poder ver más que La tormenta al final del túnel. El barco sigue a la deriva, incluso cambiándole el nombre no conseguimos cambiar su fatal destino. Que el fondo nos acoja con gratitud cuando nos veamos las caras. Seguimos en la lucha. Sit Tibi Aqua levis.